En la lucha entre el país
donde nunca se pone el Sol
y el país de las fauces devoradors de hierro
sostenidas por un cayado de madera,
hay un soldado con la cara cubierta de hollín.
Tiene los ojos blancos,
iluminados por el único rayo de Sol
de toda la batalla,
se sostiene las tripas
en un acto de recogimiento,
como si volviera a nacer.
Dos palmos por encima de él
la batalla continúa.
¡Se oye el traqueteo, gritos y lloros
trozos de hierro con objetivo mortal,
fuego que carte mata!
Y el pobre soldado
está entre los dos bandos
sin reconocer el suyo.
"¿Cómo pueden luchar entre sí,
compatriotas y camaradas de vida?
Hace tan sólo dos años
bebían en las mismas tabernas
y reían como amigos.
¿Cómo pueden matarse
sólo al verse?
Es un ejemplo del patriotismo,
el compañerismo con unos,
y el resto escoria.
¿Cómo pueden continuar una pelea
que no es suya, mandados,
y a veces sin saber porque luchan?
Las nubes son muy bonitas,
y yo ya no puedo verlas,
me ciega este rayo de Sol.
Ellos aún estan a tiempo
¿no podrían obserbar su belleza
antes de que les ciege otro rayo de Sol?
Esta es mi balada de dolor,
no sé si sera suficiene,
antes de que les ilumine y les ciege"
Sus ultimas palabras, despacio,
apenas se oían entre los disparos.
Sus ojos se oscurecían lentamente
en el centro de su afligido rosro.
Poco a poco más rayos de luz
atravesaron las nubes,
finalmente, la luz se hizo
en el valle.
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