miércoles, 8 de junio de 2011

el albatros de cera

Sentado a la orilla del mar, un albatros
hundió sus afiladas garras en la arena
cerca mío. Estiró una de sus enormes alas
hacía  mi enfermizo ser escuálido.

En la confusión de abandonarlo todo
por volar sobre el negro y verde y entre el blanco y azul,
atravesamos calmas y tormentas, como amigos,
hablábamos sin palabras de alma a alma.

Una vez hubimos rodeado el mundo,
seguido la línea de las costas verdes escarpadas
y las planicies de hierba azul,
quisimos, en nuestra soberbia, llegar al Sol.

El viaje no fue largo, ni mucho menos,
en cuanto nos acercamos, como la cera
se derritieron sus alas, bajo su hermoso semblante
solo había un hombre,
tan flaco como yo y más cansado y mas viejo.

Me abracé a él y desnudos caímos al verde,
por primera vez amando a otro ser.