Baudelaire se deshace entre mis labios,
su putrefacción,
y las moscas germinan en mi lengua haciendo crecer en mi garganta el arbol del génesis.
La serpiente llama a situarse frente a mi y escuchar,
confundiendo mi cabeza en la falda.
Mis ojos han dejado de ver, al igual que mi nariz, oyen.
Tan solo sienten el olfato y el gusto, descifran el gran laberinto.
Su mirada es mi sexo, en descomposición su grito
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